Las últimas notas se perdieron en el ruido de las decenas de conversaciones. Mi trabajo solía pasar desapercibido solo siendo apreciado por algunos caballeros que se daban la vuelta y me felicitaban con un gesto, al fin de al cabo tocaba música de ambiente para que los clientes del restaurante tuvieran una velada tranquila. Había llegado el otro pianista, se acercó y con un apretón de manos hicimos el cambio. Fui rápidamente a cambiarme la camisa y la chaqueta del traje, poniéndome una camiseta holgada que me permitía volar y parándome a hablar con algunos compañeros que también acababan su turno. Lo cierto es que pagaban bien, podría vivir con tres cuartos de mi sueldo, pero no me terminaba de acostumbrar al ambiente de lujo que vendía el local. Poco después estaba en casa. No era mucha cosa, un pequeño piso que compartía con un amigo mientras este encontraba trabajo, con una cocina simple y un baño. Había cubierto las paredes con pósters que había rescatado de cuando aún vivía con sus padres; había de series, películas, bandas... pero la mayoría eran del equipo olímpico de vuelo, me gustaba tener a las aves más rápidas del mundo “vigilando” mi casa. Suspiró y se dejó caer en el sofá. Me quedé mirando los pósters, el golpe que me llevé cuando fui rechazado para entrar en el programa joven fue duro. Había entrenado tanto sólo para fallar, estuve al menos dos semanas sin salir a la calle. Ahora que volvía a pensar en ello, quizás fuera lo mejor. Me había dado cuenta que prefería una vida tranquila. Mientras reflexionaba oí la puerta abrirse, ví a Opeluma entrar en el piso. Hacía poco que nos habíamos reencontrado por pura casualidad tras separarnos cuando su familia se mudó en la ESO. Querría decir que era como si nunca hubiéramos dejado de vernos, pero lo cierto es que había cambiado mucho. Ya no es el pequeño murciélago miedoso que conocía, ahora era mucho más abierto y seguro en sí mismo. Solía combinar su pelaje oscuro y ojos brillantes con ropa llamativa. -Hey, ¿cómo te ha ido el día?-pregunté Ope, así es como lo solía llamar, se asustó ligeramente evidenciado por el breve chillido agudo que soltó. Algunas cosas nunca cambian. -Para, ¿ya estás aquí?- Se ajustó la ropa antes de entrar al salón, estaba un poco sonrojado.- Había salido a dar una vuelta. -Pues sí, hoy ha llegado a su hora para variar. El murciélago se dirigió a su cuarto, yo hice lo propio. Ciertamente desde que vivía con él me había acostumbrado a su ritmo de vida nocturno; era un poco confuso al principio, cuando él se acostaba yo me despertaba y viceversa; finalmente adoptando su mismo horario. Encendí mi ordenador y me puse mis cascos. Poco después estaba abriendo un proyecto en el que llevaba semanas trabajando, me había empeñado en aprender a usar un programa de producción musical. Si bien era cierto que me gustaba mi trabajo sólo tocar se me hacía poco, sentía por primera vez en mi vida la necesidad de crear. Mis primeros intentos habían sido nefastos puesto que, aunque ya conocía cómo funcionaba la música, estaba tratando de familiarizarme con el software y las ventajas únicas que ofrecía. No noté a Ope entrar hasta que este me dió un toque en el hombro. Llevaba una mano en la espalda. -¿Necesitas algo?- Pregunté mientras me quitaba los cascos -No mucho, solo un momento. Con una gran sonrisa, sacó de su espalda una pequeña caja de cartón cerrada con un pequeño lazo. -Feliz cumpleaños Para. Me pilló desprevenido, miré un momento al reloj. Justo medianoche. -Sabes que prefiero que pases el día conmigo a que me hagas un regalo.- tomé la caja y empecé a abrirla. -Lo sé, pero esto es especial. En cuanto lo ví pensé en tí. Abrí la tapa con cuidado. Lentamente saqué de la caja algo que reconocí al instante. -¿Una figura de Sac O'Brien del 93? ¡Esto es de coleccionista!- lo miraba incrédulo, Sac era mi héroe de mi infancia. Fue tres veces medallista en vuelo acrobático y ganador en una ocasión del circuito de resistencia aéreo.- ¿De dónde lo has sacado? -Alguien lo estaba vendiendo a 15 en un rastrillo.- Puse la figura sobre la mesa, ya le encontraría un hueco más tarde.-Eso no es todo.- Dijo con una sonrisa pícara. Mirando nuevamente dentro de la caja noté dos papeles dentro de esta. Ambos llevaban el sello oficial del equipo olímpico. -Son dos entradas para el campeonato nacional del próximo mes. Me levanté y le dí un gran abrazo. -Entonces habías ido a comprar esto, ¿no pillín?- le revolví un poco el pelo. -Bueno, lo de las entradas lo había pensado pero la figurita ha sido pura suerte.- Me guiñó el ojo, sacando la lengua tratando de ser adorable. El resto de la tarde no fue muy entretenida, poco después Ope se fue a su cuarto y continué trabajando en mi proyecto. Algo de lo que me había dado cuenta que me parecía curioso era que dependiendo de cómo se sintiera la música que producía se sentía de forma distinta. Cuando tenía un mal día solía crear melodías lentas pero con pronunciados crescendos, si me enfadaba hacía música que rozaba constantemente el fortísimo, hoy me salía una música saltarina en tono mayor reflejando la grata sorpresa que me había dado el murciélago. Pasadas unas horas recibí un mensaje al móvil, era del poni que había conocido hace unos días. ¿Qué querría? “Me lo pasé muy bien la otra noche, ¿querrías quedar otro día?” leía el texto. Me lo pensé un poco, era muy simpático pero no sabía si me iban a dar unos días libres pronto. “Por supuesto! Cuando pueda te aviso :3” le respondí volviendo a lo que estaba haciendo. Sonó el móvil una vez más, esta vez sólo me había enviado un montón de corazones. Al menos ya sabía que iba hacer los próximos días.